No codiciarás
No codiciarás la casa de tu prójimo, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey ni su asno, ni ninguna otra cosa que pertenezca a tu prójimo".
"Allí donde esté tu tesoro, estará también tu corazón".
(Mt. 6-21).
La advertencia de Dios se refiere a los deseos, no a las necesidades, sino a la envidia, a la codicia por la posesión, cuyas consecuencias son la infelicidad, el odio, la mala hierba del egoismo y la soberbia. Todo lo que nos aparta del Amor y de Dios.
- Es importante saber apreciar lo que los demás tienen, porque nos hace humildes, estimula la colaboración y nos enseña a valorar cuanto Dios nos ha dado. La envidia es la puerta de la infelicidad, porque provoca el insano de tener lo de los demás
- El coraje se dirige contra el destino y contra Dios. ¿Porqué no puedo tener más que los demás?. Parece una desgracia, incluso hasta una ofensa grave. La mente se obsesiona por los celos y no se conforma porque realmente no tenenmos tanto, así la semilla de la envidia nos quita el sueño. Olvidamos agradecer a Dios cuánto tenemos e ignoramos que un día le rendiremos cuenta. Recordemos que la envidia es un pecado capital, provocado por el deseo desmedido de bienes ajenos con la intención de apropiarse de ellos a cualquier precio: incluso, con violencia.
- La envía destruye la paz, hace perder el respeto por los demás e impide la comuinión de bienes, destruyendo la armonia: nos hace avaros, cierra los ojos ante las necesidades del prójimo, crea litigios y odio.
- El deseo es bueno y honesto cuando es fuente de progreso en la vida
- Ay de los avidos e injustos, que por codicia quitan el pan de la boca a los hermanos, cuando les es imprescincible para sus vidas. Llegará el día en que el Señor les pedirá cuentas. Sabemos que al Señor no le gusta la avidez ni la corrupción.
Cosas positivas.
Cumpliendo este mandamiento no existiría tanta corrupción y no habría tanta pobreza, ni violencia.
Dios con este mandamiento quiere que busquemos la felicidad donde si la podemos encontrar y no quiere que perdamos lo más valioso que tenemos, por querer tener bienes materiales, que siempre son perecederos y efímeros
Con este mandamiento Dios nos invita al desprendimiento para que nuestro corazón sea feliz y no sea un esclavo de los bienes materiales y económicos.
Gracias a este mandamiento nuestro corazón será libre y puro para poder amar a Dios con plenitud
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